Por lo que hoy
sabemos, todas estas preguntas tienen la misma respuesta: un categórico no.
Pero el hecho de que la ciencia nos niegue estas posibilidades no impide que
sea factible especular sobre ellas u otras parecidas. Ésta es una de las
principales funciones y atractivos de la ciencia ficción que, entre otros,
tiene por objeto especular con amenidad sobre «la respuesta humana a los
cambios en el nivel de la ciencia y de la tecnología», según opinaba Isaac
Asimov, conocido divulgador científico y famoso autor de ciencia ficción.
La ciencia
ficción empezó a hacerse popular en los años cuarenta y cincuenta precisamente
con autores, hoy ya clásicos, que disponían de unos sólidos conocimientos
científicos: Isaac Asimov era doctor en química y fue profesor universitario,
Arthur C. Clarke ha sido uno de los pioneros en los estudios de astronáutica y
fue el primero en proponer el uso de satélites geoestacionarios como nudos de
comunicaciones, Robert A. Heinlein fue ingeniero naval, etc. La lista podría
ser mucho más larga y puede incluir a nombres que unen en una sola persona las
capacidades del científico, del divulgador y del novelista de ciencia ficción,
como ocurre con el ya citados Asimov y Clarke, o con Carl Sagan, Gregory
Benford y un largo etcétera.
En
realidad, hay muchos autores de ciencia ficción que disponen de sólidos
conocimientos científicos que utilizan ampliamente en sus narraciones. Se trata
de especialistas como Gregory Benford, David Brin, Robert L. Forward, Vernor
Vinge, o Charles Sheffield y tantos otros que justifican con su saber la
seriedad del carácter especulativo de esta variante (llamada habitualmente hard) de la ciencia ficción centrada en
la ciencia y la tecnología. Amenidad en sus aventuras e inteligencia en sus
especulaciones, garantizan el interés de la ciencia ficción como el género
narrativo más característico de los nacidos en el siglo xx, y el que más ha hecho por acercarnos a algunos de los
futuros que nos esperan.
La ciencia ficción
Distinta
de la divulgación científica o popularización de la ciencia, ha de resultar
evidente que la ciencia ficción es, básicamente, un género o mejor una temática
genérica que encuentra sus mejores resultados en vehículos como la literatura,
el cine, la televisión, el cómic o las diversas artes narrativas. La ciencia
ficción es, antes que nada, arte y, como tal, parece pertenecer a un mundo
distinto al que consideramos propio de la ciencia.
Pero la
ciencia ficción, como temática narrativa, disfruta de dos características
propias que la hacen muy especial y que conviene recordar.
Por
una parte, la ciencia ficción es una narrativa que nos presenta especulaciones
arriesgadas y, muy a menudo, francamente intencionadas que nos hacen meditar
sobre nuestro mundo y nuestra organización social o sobre los efectos y las
consecuencias de la ciencia y la tecnología en las sociedades que las utilizan.
Se trata aquí de la vertiente reflexiva de la ciencia ficción, la que a menudo
ha servido para caracterizar a la ciencia ficción escrita como una verdadera
«literatura de ideas». Se maneja para ello el llamado «condicional contrafáctico»,
que consiste en preguntarse, ¿Qué
sucedería si..? en torno a hipótesis que se consideran extraordinarias o
todavía demasiado prematuras para que puedan presentarse en el mundo real y
cotidiano.
Pero,
por otra parte, la ciencia ficción ofrece unas posibilidades de maravilla y de
admiración casi inagotables. Los nuevos mundos y seres, las nuevas culturas y
civilizaciones, las nuevas posibilidades de la ciencia y de la tecnología, nos
abren los ojos de la mente a un nuevo universo que contemplamos maravillados y
sorprendidos, adentrándonos en nuevos mundos de posibilidades. Eso es lo que
permite que los especialistas hablen de un importante «sentido de lo maravilloso» como uno de los elementos más
característicos y atractivos de la ciencia ficción (un elemento, conviene
decirlo, que comparte con otras variantes exitosas de la narrativa: la novela
histórica, los libros de viajes, etc.).
Enseñar y divulgar la
ciencia con la ayuda de la ciencia ficción
Son
precisamente esas maravillas de la ciencia ficción las que atraen, como no
podía ser menos, a los jóvenes que se interesan fácilmente por su temática y
contenidos, encontrando en sus contactos con la ciencia ficción motivo de
diversión pero también de reflexión original y prometedora.
Si
a ello se añade la espectacularidad de los efectos especiales cuando la ciencia
ficción se expresa en el medio cinematográfico, es fácil comprender que la idea
de considerar la ciencia ficción como un material o vehículo especialmente
adecuado en el ámbito de lo docente era una idea inevitable. Así lo
percibieron, hace ya algunos años, algunos profesores particularmente activos
en el ámbito anglosajón.
Tras
haber sido un género ignorado e incluso despreciado por el mundo académico, la ciencia
ficción ha logrado ya, por sus propios méritos, llegar a formar parte de los
currículos de las high-schools y
universidades anglosajonas y, poco a poco, se incorpora también al mundo
docente de nuestro país. Aunque en un primer momento, la ciencia ficción se
convirtió en elemento destacado en la enseñanza de la literatura y la lengua
inglesa, también ha sido utilizada relacionándola con el impacto social de las
diversas tecnologías y como aproximación educativa a eso que Alvin Toffler ha
llamado el «shock del futuro».
No
es éste el lugar para detallar la historia del uso docente de la ciencia
ficción, pero sí comentaremos la creación en 1970 de la Science Fiction Research Association (SFRA, Asociación de
Estudios sobre la Ciencia Ficción). Formada hoy en día por casi medio millar de
profesores en todo el mundo, los objetivos de la SFRA incluyen «el estudio de
la ciencia ficción y la fantasía, mejorar la enseñanza en el aula, evaluar los
nuevos libros y los nuevos métodos y materiales de enseñanza». Se trata,
evidentemente, de utilizar la indiscutible atracción que los jóvenes pueden
sentir por la temática de la ciencia ficción para su uso en las aulas.
El
resultado de la actividad de la SFRA y otras sociedades parecidas ha sido un
creciente conjunto de artículos y libros de carácter académico glosando los
temas propios de la ciencia ficción e incluso la aparición de revistas
universitarias especializadas en el género. Tras la pionera Extrapolation creada en 1959 por Thomas Clareson y
editada tres veces al año por la Universidad del Estado de Kent en Ohio, cabe
citar Foundation, iniciada
por Malcom Edwards en 1972 en el Politécnico del Noreste de Londres, y Science
Fiction Studies, fundada en
1973 por Darko Suvin y R.D. Mullen en el Departamento de Inglés de la
Universidad Concordia en Montreal, ambas también de periodicidad cuatrimestral.
La
idea central de estas actitudes recogía, en un primer momento, la conveniencia
de utilizar para la enseñanza de la lengua y literatura inglesa obras cuya
temática pueda ser de mayor interés para los alumnos que los textos utilizados
tradicionalmente en estos menesteres. Resultaba mucho más fácil que los jóvenes
de hoy se interesaran antes por obras como La
mano izquierda de la oscuridad (1969) de Ursula K. le Guin que por, por
poner un ejemplo, El mundo perdido
(1667) de John Milton del cual los jóvenes del siglo XXI están, por lo menos,
un tanto distantes... Pero también cabe el uso de la ciencia ficción para
muchos otros cometidos docentes como muestra la simple enumeración de algunos
cursos y publicaciones más recientes: «Ciencia ficción y la enseñanza de las
ciencias», «Ciencia ficción en un curso de Informática y Sociedad», «Ciencia
ficción social», «La enseñanza de ciencia ficción con contenido político», etc.
Cabe
destacar también la aparición de material pedagógico centrado en la ciencia
ficción y la publicación de libros como Teaching Science Fiction: Education
for Tomorrow (La enseñanza de la ciencia ficción:
educación para el mañana, 1980) editado por Jack Williamson, donde se
recogen colaboraciones de muchos escritores de ciencia ficción y también de
profesores interesados por el tema. Como no podía ser menos, también han
aparecido ayudas docentes como Science Fiction: A teacher's guide &
resource book (Ciencia ficción: una guía para el profesor y
libro de recursos) editada por Marshall Tymm en 1988.
Este
tipo de actitud respecto de la ciencia ficción y la fantasía ha llevado también
a la aparición de bibliotecas universitarias especializadas. En realidad, las
mejores y más completas colecciones bibliográficas sobre ciencia ficción se
encuentran hoy en día en algunas de las mejores universidades norteamericanas.
Son famosas en este aspecto la Science
Fiction Society Library del conocido Massachusetts Institute of
Techonology (MIT) de Boston, la Science Fiction Research Collection de la Texas
A&M University, la J. Lloyd Eaton Collection de la Universidad de
California Riverside o las de las universidades de Siracusa, Eastern Nuevo
Mexico entre otras. Y ello sin olvidar la importante Sección de Ciencia Ficción de la Biblioteca Gabriel Ferraté de
la Universidad Politécnica de Cataluña en Barcelona, que dispone ya de más de
4500 volúmenes.
Aunque
a algunos lectores este uso docente de la ciencia ficción pueda parecerles
lejano, ya ha llegado a nuestro país y es posible reseñar también algunas
iniciativas y publicaciones que utilizan la ciencia ficción como material
educativo. Por ejemplo, ya en 1991, Antonio Ara González, publicaba un ejemplo
de sus experiencias en un instituto canario de enseñanza secundaria: Sobre la utilización de cuentos de ciencia
ficción como recurso pedagógico para la enseñanza de la física y otras ciencias.
Después, Pilar Bacas Leal y otros autores publicaban en 1993 en la Biblioteca
Aula de la editorial AKAL su libro sobre Física
y ciencia ficción. Otro ejemplo, esta vez de ámbito universitario, es la
actividad de los profesores Jordi José y Manuel Moreno del Departamento de
Física e Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) con
su curso sobre física y ciencia ficción que ha generado ya dos interesantísimos
libros: Física i ciència-ficció
(1994) y De King Kong a Einstein: la
física en la ciencia ficción (1999), sobre dicho tema. Y no sólo hay
ejemplos en el caso de la física, la profesora Pilar Porredón, tras varios años
experimentando con el uso de la ciencia ficción en el aula, ha elaborado un
curso de los llamados de «créditos variables» en el Área de Ciencias
Experimentales del BUP que usa relatos de ciencia ficción para desarrollar
temas de ciencias naturales.
Conviene
advertir que no es necesario que la ciencia ficción, arte y narrativa en
definitiva, sea exacta y correcta en su uso de la ciencia y de la técnica. A
veces basta utilizar el evidente atractivo que los jóvenes sienten por la
temática de la ciencia ficción para poder reflexionar sobre hechos científicos
y sacar enseñanzas de los mismos. Por poner unos ejemplos sencillos, en el
curso de José y Moreno, resulta educativo estudiar cómo podría lograrse la invisibilidad
del personaje de H.G. Wells tras haber visionado una secuencia de la película
de James Whale de 1933. También, tras ver la famosa secuencia de King Kong
subiendo al Empire State Building, se
descubre (gracias a la ley cuadrado-cúbica que ya conocía Galileo) que el bueno
de King Kong con sus pregonados 15 metros de altura debía pesar unas 170
toneladas (casi 25 veces más que el Tiranosaurus Rex, el animal más
pesado que ha andado por la superficie del planeta). Seguro que King Kong
tendría serios problemas para, simplemente, andar... Pero, en cualquier caso,
los alumnos no olvidan nunca ese ejemplo ni el efecto de las leyes de escala o
el análisis dimensional.
Un puente entre dos culturas
Una
de las más curiosas paradojas de nuestro tiempo la expuso con crudeza C.P. Snow
en 1959 en la conferencia que recoge su hoy famoso libro Las dos culturas y
la revolución científica. Trataba del grave problema de la escisión de la
cultura occidental en dos grandes bloques que podríamos etiquetar a grandes
rasgos como las ciencias y las humanidades.
Snow
ponía el dedo en la llaga de la estéril separación entre científicos y
humanistas (como si las matemáticas o la biología, por poner sólo un par de
ejemplos, fueran un descubrimiento no humano y realizado por las hormigas o los
marcianos...). Snow constataba, además, la escasa interacción entre esos dos
grupos de intelectuales. Los humanistas lo desconocen prácticamente todo de la
ciencia, mientras que los científicos, decía Snow, ignoran a su vez las
humanidades y, en particular, decía, la literatura. Sintetizando, existen
científicos iletrados, mientras que los humanistas suelen considerarse cultos
aún ignorando la ciencia, uno de los pilares centrales de la civilización
contemporánea.
Hoy
como ayer, una buena manera de ayudar a cruzar el abismo que separa la cultura
humanista de la cultura científica es el recurso a la buena ciencia ficción.
Literatura y arte narrativo al fin y al cabo, la ciencia ficción viene a ser
una aproximación cultural y, en definitiva, humanística al complejo mundo de la
ciencia como demuestran algunas de las novelas citadas en la bibliografía.
Incluso
tantos años después de la advertencia de Snow, la buena ciencia ficción sigue
siendo uno de los mejores medios para, poco a poco, vencer esa sorprendente
paradoja de nuestro tiempo: dos (o muchas, si consideramos la creciente
especialización científica) culturas todavía separadas pero que no deberían
seguir estándolo.
Si,
como se nos dice tantas veces, el sistema educativo pretende, entre otras
cosas, desarrollar nuevas metodologías para contrarrestar el aprendizaje
repetitivo y monótono del conocimiento científico, la ciencia ficción puede ser
una herramienta importante para lograrlo. Y no sólo eso. También puede ayudar
para desarrollar actividades interdisciplinarias e integradoras y fomentar la
realización de trabajos de síntesis y de proyectos de investigación sugerentes,
didácticos y, además, francamente divertidos. No es poca cosa.
Para
no dejar en suspenso al lector, diremos que especulaciones como las indicadas
en el primer párrafo se encuentran precisamente en novelas como Huevo del
Dragón de Robert L. Forward, Tau Zero de Poul Anderson, Artefacto y Cronopaisaje
de Gregory Benford, y Pórtico de Frederik Pohl. Quot erat demostrandum...
Miquel Barceló
Ingeniero aeronáutico y doctor en Informática.
Catedrático del Departamento de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la
Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Coordinador del Programa de
Doctorado en Sostenibilidad, Tecnología y Humanismo de la UPC. Investigador del
Instituto de Tecnoética de Barcelona y colaborador de la Cátedra UNESCO sobre
Tecnología, desarrollo sostenible, desequilibrios y cambio global. Es autor de
diversos libros y artículos sobre divulgación científica, a la cual se dedica
por vocación.